DE LO BUENO LO MEJOR

Me parece oportuno hacer esta disertación sobre la realidad. Pues las palabras deben servir para decir la realidad del mundo y así hacer simbólico a través de ellas.
Cuando alguien tiene bagaje en las tareas que acontece (y doy por supuesto que la valida la preparación académica previa y los requisitos legales pertinentes) adquiere con el paso del tiempo (justa medida de todo ser humano) experiencia, habilidad y conocimiento empírico en la materia a la que se dedica y en la que se ha formado y se muestra a la sociedad humana en la que vive.
Eso significa que mediante la ejercitación ha adquirido destreza versadamente y hay un entendimiento que va más allá, que concede juicio aunque a veces esa certeza acarree resoluciones no siempre precisas, pues “correrla” no obligatoriamente significa poder poner en su justa medida la concreción que puede exigir cierta objetividad común en la profesión.
Pero, como siempre cuando que se intenta mirar con más detalle, cualquiera puede darse cuenta de que existe otro tratamiento, que a veces se da en cierto peregrino, eximio que sobresale por mérito o estimación entre las cosas que son buenas en su misma especie. Es como una calidad constitutiva que puede adquirirse en el acontecer, pero que a veces es fruto de una evolución interna también, es un cierto devenir preciosísimo que dota de singular estimación en su género a cualquier cosa.
Precioso y preciado nivel de luz, de don recibido y germinado para en su generosidad pública ofrecer metas individualizadas, nuevos horizontes, senderos de marcha y de reflexión.
Personalmente me interesa ese trazo, esas huellas de quien, no siempre por ser primogénita, es con evidencia primorosa y por tanto ofrece otro terreno en el que revolcarse, jugar y gozar de la propia existencia.